viernes, 21 de marzo de 2008

Que el cielo la juzgue


La clásica película de John M. Stahl, basada en la novela de Ben Ames Williams, nos permite debatir sobre las representaciones de la mujer en el cine de Hollywood de postguerra. ¿Es Ellen (Gene Tierney) la personificación de una obsesión perversa o la viva metáfora de una mujer que rompe el molde de las espectativas impuestas por su género? En tal caso, ¿cómo podemos interpretar el final feliz que recompensa a la abnegada y pasiva mujercita y destruye a la malvada cuando las circunstancias favorecen lo contrario? ¿Es justicia poética o expresión política de los parámetros de género de la época? Obviamente las acciones de Ellen a lo largo de la trama son inexcusables. Es imposible encontrar justificativo alguno a acciones tan fríamente calculadas en perjuicio de seres inocentes y vulnerables. Sin embargo, nuestro análisis sobre el tratamiento del género en el filme nos permite considerar a Ellen desde su posición como estructura simbólica dentro de la narración. Es así que podemos visualizar la lucha mortal de la mujer no convencional contra todos los elementos que ahogan su deseo de libertad. Autoridad familiar, convención amorosa, predestinación de su rol y lo que de ella se espera, son algunos de los condicionantes contra los que Ellen se debate. De este modo, Ellen se convierte en metáfora de ruptura con el orden preestablecido de una sociedad que sofoca a la mujer. En contraste, su prima Ruth (Jeanne Crain) personifica la mujer que la sociedad valora: pasiva, sumisa, esperando ser descubierta por el hombre que ama a partir de las señales silenciosas que ella envía. Y al final Ruth triunfa y consigue la felicidad gracias al noble sacrificio de su amado (Cornel Wilde), figura ejemplar por el solo hecho de ser hombre. Este blog complementa el programa "Puentes y túneles" de ¿Escuchan en el fondo? disponible en Studio 4D según el siguiente horario.

1 comentario:

Lala dijo...

Me parece excelente la propuesta del micro. Felicitaciones!